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María José Hinojosa Cordero

“Los impactos que genera la violencia sociopolítica son normales, ante situaciones anormales"



Hace ocho años, mientras se conmemoraba un nuevo aniversario de la muerte de Emiliano Zapata, uno de los campesinos más importantes de la Revolución Mexicana, ALUNA vio su primera luz.


En una Latinoamérica cada vez más marcada por la violencia y la vulneración de derechos humanos, ALUNA – organización dedicada al acompañamiento psicosocial en contextos de violencia sociopolítica – reconoce que en esta región no sólo se puede hablar de conflictos sociales, sino que es necesario situar estas vivencias desde diversas perspectivas y teniendo en frente las diferentes opresiones.

“Ante la violencia sociopolítica se provoca un trauma psicosocial. Es decir, las heridas que se generan a partir de estos hechos, son producidas socialmente. El origen no está en la herida, no se encuentra en la persona, sino que está en la sociedad”, afirman desde México Sofía Silva y Laura Espinosa.

Bajo esta premisa, ALUNA comenzó su trabajo como organización de la sociedad civil, con el fin de aportar al fortalecimiento de las y los sujetos políticos, reconociendo las diferentes afectaciones que genera la violencia sociopolítica, acompañando y dando herramientas para que las personas y sus colectivos tengan reconocimiento de su vivir.


Con enfoque psicosocial, en pro de la transformación y la resistencia, esta organización mexicana ha centrado su tarea en “las comunidades que han sido víctimas de violaciones a sus derechos, que buscan cambios sociales, que se asumen como defensoras”, describe Sofía Silva.


Su forma de trabajo depende de las distintas luchas que sobreviven y de las personas a las que acompañan. Por este motivo, en ALUNA todo se construye desde una perspectiva interseccional.

“Buscamos el reconocimiento de las afectaciones y sus niveles, y así, aportar en nuevas estrategias que permitan a las y los sujetos políticos, tanto colectiva como individualmente, hacer frente a la violencia”.


La lucha en México


“En México venimos arrastrando una historia en la que se ha invisibilizado la violencia sociopolítica. A pesar que todas sabemos que existe y que se ejerce desde el Estado”, afirman.

Esta organización de acompañamiento psicosocial ha trabajado en varios países de Latinoamérica, sin embargo, la mayoría de sus labores se realizan en México, debido a la cercanía territorial. Desde Norteamérica, ALUNA se relaciona con organizaciones, colectivos, movimientos sociales y familias completas.


Una realidad que se repite a nivel regional es la lucha territorial de los pueblos indígenas. Expuestos a la extracción empresarial y a la violencia estatal, en México se estima que habitan 25 millones de personas indígenas de acuerdo al Instituto Nacional de Lenguas Indígenas. No obstante, son una de las poblaciones más vulnerables del país.


Actualmente, uno de los trabajos de ALUNA se centra en comunidades que defienden sus territorios en Morelos (Oaxaca) y Mechoacán. Allí, la organización se encarga de fomentar y acompañar el proceso de fortalecimiento organizativo, y así encaminar estos proyectos de defensa.


Sin embargo, las luchas son muchas. Y en la mayoría de ellas, es el Estado el que fomenta la violencia. “El Estado está coludido con empresarios, los empresarios con los narcos, los narcos con actores del crimen organizado, y eso permite que sea muy difuso saber quién es quién porque a veces son todos al mismo tiempo”, explica Laura Espinosa.


Por esta razón el radio de trabajo de ALUNA es muy amplio. Entre los sujetos políticos con los que actúa se pueden mencionar a personas que viven en situaciones de desplazamiento forzado, familiares de personas desaparecidas y víctimas de ejecución extrajudicial. En ese sentido, la forma de actuar depende de los objetivos y de quienes estén involucrados.

“En ocasiones se trabaja en la crisis, como una labor más de contención en un determinado momento. Mientras que con otras organizaciones se ha trabajado en procesos de fortalecimiento organizativo, que son de largo aliento, ya que, para entender los embates de la violencia sociopolítica de manera más estructural, debemos apostar por abordar en distintos ámbitos”, comenta Sofía Silva de ALUNA.

Tras ocho años de experiencia en los que ALUNA se ha dedicado a acompañar, fortalecer y entregar herramientas a las personas en resistencia, han logrado identificar los aspectos en que existe mayor impacto en la vida organizativa de los colectivos y sujetos. Así definieron sus ámbitos de trabajo; todos igual de importantes y necesarios.


La dinámica interna es uno de ellos, donde se aborda a la comunidad o individuo de manera organizativa. “Nos referimos a las relaciones que generan, la comunicación que existe entre sus pares, la vida organizativa de cada quien”, precisan.


ALUNA, actualmente, se encuentra trabajando con una organización de mujeres campesinas en la región de Mechoacán. Allí, a partir de una serie de conflictos, amenazas y un notorio incremento en la violencia local, el quehacer de estas mujeres se vio vulnerado.


Según datos del Instituto Nacional de Geografía de México, el 38,7% de las mujeres sufre violencia comunitaria, ejercida por personas externas a su grupo familiar o cercano. Sin embargo, se estima que estas cifras serían muchísimo mayor, al no contabilizar la opresión estatal.


“El hostigamiento de algunos actores del Estado afecta en la manera en que se organizan y trabajan las comunidades en sus territorios, y por eso hay que cambiar ese ordenamiento interno de acuerdo al contexto local. Eso es a lo que llamamos dinámica interna”. A partir de esta constatación, ALUNA enfocó su tarea en reordenar esa organización, la forma de tomar decisiones, el enfoque y la distribución de tareas, para así, seguir haciendo frente a la problemática.


El segundo de los ámbitos es el proyecto político que, según define Sofía Silva, “es como el corazón de la organización”. Cuando se trabaja en torno al proyecto, significa que ALUNA busca conceptualizar el motivo y el enfoque de la labor que realizan las comunidades y sujetos. “Muchas veces la violencia pone en cuestión el proyecto político inicial, entonces debemos volver a reconectar con lo que les hizo organizarse, con la motivación principal y definir qué hay que hacer para fortalecer esto”.


En esa misma línea, se encuentra el ámbito de lo psicoemocional. En este espacio se trabaja todo lo afectivo, ideológico e incluso espiritual. “Es una dimensión donde muchas veces se genera descuido en la lucha social, pero que conlleva afectaciones muy importantes que están asociadas a la aparición de culpa y de miedo”. Considerando que ALUNA trabaja con universalidad de personas, todas sienten, piensan y creen en algo distinto, por lo que desde la organización consideran prioritario tomar en cuenta lo que, algunas veces, se deja bajo la alfombra.


Otro de los abordajes es la seguridad, que desde la organización mexicana se explica como las condiciones mínimas que deben contar las personas defensoras, activistas y luchadoras sociales para continuar con su labor. ALUNA aboga por mantener tanto la integridad individual como colectiva, y así también la física y la emocional. “Para nosotras, el enfoque psicosocial es una forma de abordar la salud mental y juntarla con la lucha de los derechos humanos y la búsqueda de la transformación social”, explica Laura Espinosa.


Y es que, desde el entendimiento de lo que sienten las comunidades es posible acercarse un poco más a sus luchas, sus demandas y su vida bajo la violencia sociopolítica: “De esa forma buscamos despatologizar las reacciones que sienten las personas. Los impactos que se generan a partir de la violencia sociopolítica son normales, ante situaciones que son anormales”, afirman.



ALUNA y las mujeres


Cuando desde ALUNA hablan de “despatologizar las reacciones”, hacen hincapié en lo que viven las mujeres específicamente. Históricamente la emocionalidad se ha visto como una debilidad y a las mujeres se les ha tildado de “locas” o “histéricas” cuando expresan su sentir.


Desde la organización de acompañamiento psicosocial buscan visibilizar ese sentir y así también, “defender el reconocimiento de ellas como defensoras, activistas, luchadoras sociales, y de la importancia que tiene esa labor que realizan mujeres en las luchas”, destaca Laura Espinosa de ALUNA.


De acuerdo a las informaciones recabadas en sus trabajos, las mujeres son quienes participan mayoritariamente de los espacios organizativos de defensa, lo que podría explicarse por la histórica posición de cuidado y crianza a la que han sido sometidas las mujeres. Sin embargo, desde ALUNA utilizan esa posición para cambiar el sentido y generar prácticas distintas: “Hablamos de cuidado colectivo y se rompe un poco esta lógica patriarcal del cuidado como una obligación. Fomentamos cuidar de la comunidad y también que nos cuiden, asumiendo que debe ser como una red. Así las mujeres se sienten importantes”, comentan.


Al reconocer a las mujeres como sujetas políticas, se reconocen las relaciones y también las luchas que sobrellevan: “Permite que se validen desde lo que hacen, lo que sienten, los impactos y sus consecuencias, lo que es parte de romper el tejido social”.


Pero, ¿qué sucede cuando además de ser mujer, se es indígena? En ALUNA destacan la importancia de trabajar y reconocer todo lo que gira alrededor de la identidad como mujeres, y en el caso de Chile, indican que “como mapuche, es necesario resignificar, tanto su lucha como la represión que han vivido, haciendo un análisis desde lo situado, desde ellas mismas, desde sus voces”.


La mirada de quienes conforman ALUNA es interseccional y por ese motivo, sostienen que para entender las experiencias de las mujeres mapuche es necesario “recuperar todo lo que gira alrededor de la identidad, de ser mujer, de ser indígena, de ser mapuche”. Y, asimismo, “visibilizar todos los impactos psicosociales y las afectaciones que han vivido. En ese sentido, pensamos que es necesario trabajar en las pérdidas, en los duelos y cómo ese sentir se ha ido acumulando y vivido de diferentes formas”.


Desde la organización de acompañamiento psicosocial explican que las dinámicas coloniales que se vienen arrastrando desde siglos atrás, interactúan con las distintas formas de violencia como la patriarcal y la sociopolítica. Son estos cruces esenciales que colocan a las mujeres mapuche como sujetas políticas, y es por esa causa que su posición debe ser resignificada.


Sofía Silva advierte que antes de involucrarse en el acompañamiento de mujeres, “es importante vislumbrar, desde una perspectiva interseccional, aquellas cosas que no somos capaces de ver cuando estamos trabajando con sujetas políticas de las cuales somos distintas porque nos atraviesan interseccionalidades diferentes. Esta reivindicación de lo identitario pasa por reconocer que esa historia de opresión, es diferente”.




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